Si uno piensa en construcción, inevitablemente le vienen a la mente morteros y hormigones. Y tras ellos, el fibrocemento, la suma de cemento más fibras de refuerzo para obtener un material con las propiedades de flexión y resistencia mecánica necesarias para ser aplicado en arquitectura e interiorismo. No es nuevo el fibrocemento. Su origen se remonta a 1900, año en el que fue patentado por el ingeniero austriaco Ludwig Hatschek. Su uso alcanzó el máximo auge en la década de los 70 del siglo pasado. Pero la fibra de refuerzo tradicional que se incorporaba al cemento era el amianto o asbesto –la famosa uralita– y resultó ser cancerígeno, por lo que en 2001 se prohibió su comercialización y tal era su penetración, que todavía hoy se continúan desmiantando edificios.

¿Ha caído por ello el fibrocemento en desgracia? Por supuesto que no. Sus extraordinarias propiedades y su versatilidad continúa fascinando a arquitectos y diseñadores de mobiliario urbano. Sencillamente lo que se ha hecho es ir sustituyendo el amianto o asbesto por otras fibras, como las de celulosa, de polipropileno (PP), de poliacrilonitrilo (PAN) o polivinilalcohol (PVA) con alta resistencia térmica y mecánica y elevada flexibilidad. Pero de lo que se trata en la actualidad es de ser elevadamente sostenibles para no comprometer el bienestar de las generaciones futuras. Y en este enfoque aparece una nueva materia prima para la elaboración del fibrocemento. Efectivamente, la paja de arroz.

 

Paja de arroz, un residuo molesto para los agricultores

La cosecha española de arroz de cáscara en 2019 se situó en una cifra cercana a las 800.000 toneladas y eso que sufrió una caída del 4,4%, sobre todo en Andalucía, consecuencia de la sequía. De acuerdo con los datos de Cooperativas Agro-alimentarias la superficie de cultivo de arroz en España es de 103.677 hectáreas, liderando la producción Andalucía, seguida por Extremadura y Cataluña. Curiosamente, la Comunidad Valenciana es la cuarta en hectáreas cultivadas de arroz. Pero no nos despistemos y continuemos con los datos, sobre el todo el más significativo para el tema: por cada hectárea de arroz cultivada, de media se producen entre 5 y 6 toneladas de paja de arroz.

El destino tradicional de esta paja de arroz era la quema. Los agricultores siempre defendieron esta práctica porque permitía la eliminación de bacterias y malas hierbas, aportando nutrientes a la tierra. Pero ante tanta hectárea cultivada y un volumen tan descomunal de paja, estas quemas suponían una fuente excesiva de contaminantes para la atmósfera y, más allá de la contaminación general, un riesgo importante para la salud de la población cercana. El resultado es que estas quemas fueron prohibidas y la PAC (Política Agraria Común) empezó a ofrecer ayudas para gestionar medioambientalmente esta paja, surgiendo dos soluciones: el triturado de la paja in situ para su incorporación como nutriente al suelo y la retirada del campo para su aprovechamiento como materia prima en otra industria. Y aquí es donde aparecen las empresas fabricantes de materiales de construcción, capaces de crear un nuevo fibrocemento con las características y propiedades propias del mismo, pero sustituyendo las fibras convencionales por residuos de desecho del arroz.

 

Fibrocemento, el material ecosostenible

La paja de arroz en la fabricación del fibrocemento se utiliza como fibra para conseguir que actúe en la propia matriz del cemento, reduciendo la cantidad necesaria de este último, lo que supone un ahorro de costes considerables. Por otro lado, la paja de arroz no tiene coste en la actualidad, al haberse convertido en un residuo molesto para la agricultura que los productores de arroz consiguen dar salida sin tener que pagar. Pocas soluciones tan baratas y sostenibles han aparecido en los último años. El fibrocemento se ha convertido en el material ecosostenible por excelencia.

Para fachadas y decoración interior el fibrocemento suele presentarse en paneles de dimensiones máximas de 3 x 1,25 metros, que facilitan su mecanizado, dado que también se pueden perforar e imprimir. Sus acabados permiten que cada aplicación sea única y singular, sin perder su aspecto natural, gracias a sus distintos coloreados y tactos –rugoso, sin pulir, en trama,…–, siendo uno de los materiales estrella para envolventes de edificio. Pero dada su maleabilidad, durabilidad, fácil instalación y mantenimiento, su bajo coste y sostenibilidad, cada vez acapara más espacio en diseños arquitectónicos para el sector público.

Atrás quedó la tan temida uralita, dando lugar a un nuevo concepto de fibrocemento altamente estético y de impacto ambiental mínimo. Si quieres más información sobre nuestros paneles de fibrocemento, ya sea para aplicación exterior o interior, no dudes de contactar con nosotros en MEKA3. En verano seguimos trabajando, nos pondremos en contacto contigo a la mayor brevedad posible.