Preparábamos para el blog una publicación sobre uno de nuestros últimos proyectos en Meka3, nuestra intervención en Oasiz Madrid, cuando nos sorprendió la repentina muerte de Ricardo Bofill a consecuencia del covid-19. Imposible no acordarse de sus monumentales edificios de los que tanto se ha escrito estas últimas semanas, de su también monumental Taller de Arquitectura y de su investidura como doctor “honoris causa” por la UPC el pasado mes de septiembre. En su discurso de aceptación destacó haber sido el inventor de la fachada de cristal sin soporte, así como del doble muro cortina. Y en homenaje, bien merece la pena dedicar un post a algunos de sus más emblemáticos templos de vidrio, como le gustaba llamarlos a Ricardo Bofill.

Para la mayoría de los españoles, el nombre de Ricardo Bofill saltó a la fama cuando su hijo Ricardo se casó con Chábeli Iglesias, la primogénita de Julio Iglesias e Isabel Preysler. Aunque si el hijo del Bofill pudo llegar a emparentar con la hasta entonces famosa Chabelita, fue fruto de pertenecer a la más alta “jet set” catalana de la que formaba parte su renombrado padre. El arquitecto, hijo de la alta burguesía catalana, ya era bastante famoso por sí mismo. Vida privada aparte, en su biografía ya se habían escrito muchos capítulos importantes para la historia de la arquitectura: la fundación del Taller de Arquitectura, levantado sobre una inmensa cementera –La Fábrica– o proyectos tan emblemáticos como Walden 7, la Muralla Roja, Xanadú o Plexus.

Cuando planeaba la Cuidad en el Espacio, un proyecto de mil quinientas viviendas en Madrid, el entonces alcalde de la capital, Carlos Arias Navarro, le prohibió volver a trabajar en España y Ricardo Bofill se trasladó a París, desde donde firmó durante tres décadas la mayoría de sus obras: el Poblado Agrícola Houari Boumédienne en Argelia y los barrios parisinos La Petite Cathédrale, Les Espaces d’Abraxas, Les Colonnes de Saint-Christophe,… La lista de calles, plazas y viviendas diseñadas por Bofill es larguísima para intentar resumirla en estas líneas.

Pero sí queremos detenernos en su salto a la arquitectura High-Tech (alta tecnología), entre cuyas máximas expresiones se encuentran las envolventes ligeras de vidrio, y que es lo que explica que Bofill se apuntase el invento de la fachada de cristal sin soporte, así como del doble muro cortina, con obras tan carismáticas como las sedes de Dior, Cartier o Parisbas en el Marché Saint-Honoré. Obras que le abrieron la puerta a la construcción de grandes rascacielos en Tokio, Estocolmo, Chicago, Houston o en Oriente Medio, sin olvidar entre medias el emblemático Hotel W de Barcelona. Auténticos templos de vidrio sin soporte, como los denominaba el propio Bofill. Hablemos brevemente de alguno de ellos.

Los trabajos de Ricardo Bofill más emblemáticos

A comienzos de los noventa, Parfums Christian Dior le encarga a Bofill la reforma de su sede –un edificio de los años 60–, con la condición de que no alterase ni la estructura del edificio que ocupaba, ni el volumen de lo construido. De modo que el arquitecto se limitó a reformar la fachada, colocando una doble piel de vidrio enmarcada dentro de la anterior fachada de piedra natural. Bofill ya se encontraba muy cómodo utilizando el muro cortina, al que había recurrido en los tres edificios de apartamentos de Les Echelles du Barroque.

Así que, cuando BNP Banque Paribas le encarga en 1997 la reforma de la Plaza du Marché Saint-Honoré, una de las más importantes de París, diseña un fantástico palacio-templo de cristal. Un imponente edificio absolutamente transparente de cinco plantas atravesado por un atrio (que es una calle peatonal) y que se sustenta sobre una estructura de hormigón envuelta por doble fachada de acristalamiento, que a su vez está cubierta por una segunda fachada de vidrio suspendido por puntos de fijación ocultos. Bofill impone así las fachadas acristaladas en París y cuando en 2002 Cartier traslada su sede a La Cité du Retiro, vuelve a incluir en todos los edificios nuevos fachadas de muro cortina.

Los templos de vidrio de Ricardo Bofill

Hotel W Barcelona

El primer rascacielos de Ricardo Bofill fue el 77 West Wacker Drive de Chicago, en el que el vidrio predomina claramente en la fachada enmarcada en granito blanco portugués. Pero su gran hito en muro cortina, y que hoy es una seña de identidad en Barcelona, es el hotel de lujo W Barcelona (también conocido como Hotel Vela).

El grandioso hotel se alza a orillas a orillas del Mediterráneo sobre una extensión de terreno ganado al mar, justo al final de la playa de la Barceloneta y a solo unos pasos de Ciutat Vella. Mide 98,8 metros de altura, aunque en el diseño original de Bofill alcanzaba prácticamente el doble, 168 metros. Geométricamente se compone de cuatro cuerpos fácilmente identificables: Vela, Atrium, Podium y Aparcamiento. Aunque es, sin duda, la Vela, su elemento más característico y donde se ubican las habitaciones del hotel.

Bofill quería que el edificio se fundiese en el paisaje, de modo que en él se reflejase el cielo y mar Mediterráneo, por lo que proyectó que su piel envolvente fuese totalmente de vidrio. Pero este hecho, sumado a la altura del edificio, a su forma de vela, más que la construcción iba a realizarse sobre terrenos ganados al mar, obligó a hacer constantes simulaciones aerodinámicas en el túnel del viento, con el fin de poder optimizar cargas y estructuras, así como la modulación de la fachada.

La metodología de trabajo fue, por tanto, la llamada Fast Track, un sistema en el que de manera simultánea se va realizando el proyecto a medida que se avanza en su construcción, abordándose los dos procesos a la vez. Y así, con los datos obtenidos por el estudio del Túnel del Viento, se realizó el proyecto de ingeniería de la fachada acristalada.

Para evitar líneas marcadas y que visualmente se lograse una superficie total de vidrio se optó por un muro cortina de silicona estructural, en el que el vidrio iba fijado a una estructura independiente de la fachada, mediante siliconas especiales. Los paneles, totalmente acabados en taller, se iban colocando posteriormente en obra sobre anclajes regulables en las tres dimensiones fijados previamente a los forjados, sin necesidad de andamiaje o sellados in situ. Dado lo particular de la fachada, y como garantía estructural adicional, cada módulo disponía de unas sujeciones mecánicas tipo “L” para que los vidrios quedasen asegurados en caso de fallo de la silicona estructural.

Hoy, apenas una década después, los muros cortina de silicona estructural con perfiles de aluminio anonizado ya no son una novedad y cada vez se usan más, dadas sus mayores propiedades de aislamiento térmico, acústico y estanqueidad. Pero cuando se construyó el Hotel W Barcelona todavía eran una innovadora solución arquitectónica. La constante investigación en fachadas ligeras y el avance en el conocimiento de los materiales y su corte y manipulado permiten que continuamente aparezcan nuevos sistemas de cerramientos. Y hay que reconocer que, en este sentido, Ricardo Bofill siempre fue un visionario.